lunes, 19 de octubre de 2009

Canciones para Altair

Canciones para Altair

Subes del mar, entras del mar ahora.
Mis labios sueñan ya con tus sabores.
Me beberé tus algas, los licores
de tu más escondida, ardiente flora.

Conmigo no podrá la lenta aurora,
pues me hallará prendido a tus alcores,
resbalando por dulces corredores
a ese abismo sin fin que me devora.

Ya estás del mar aquí, flor sacudida,
estrella revolcada, descendida
espuma seminal de mis desvelos.

Vuélcate, estírate, tiéndete, levanta,
éntrate toda entera en mi garganta,
y para siempre vuélame a tus cielos.

Para algo llegaste, Altair, descendiste
de tu constelación en pleno día.
Nunca bajó una estrella
a enramarse del sol de los olivos,
ni la cal de los pueblos
pasó del blanco puro a ser más blanca
ni el viento de esa noche
a prolongar su canto más allá de la aurora.
Nunca se vio a una estrella a pie por los caminos,
ni pararse de pronto, detenerse,
señalando, prendiendo, iluminando
algo que no esperaba.
Para algo Altair descendió desgajándose
de su constelación aquella noche.

Buscaba tus colinas por el cielo,
alta Altair, mas no las encontraba,
tu insomne golondrina, que soñaba,
fuego en la noche, abierta a mi desvelo.

Oh, qué vertiginoso desconsuelo
no hallar ni estela de lo que buscaba,
las laderas, los valles, la encantada
mínima sombra ciega de mi anhelo.

¿Dónde estás, Altair, alta y perdida,
dulce tiniebla, luz desvanecida,
corona y resplandor de mis placeres?

¿Será verdad que alguna vez ardiste,
que me amaste, gozaste, que moriste,
que aún eres mi Altair, que no lo eres?

No hagas caso, Altair,
de las murmuradoras, ciegas constelaciones,
calumniosas estrellas solitarias,
los errantes cometas
o las indefinidas oscuras nebulosas.
Tú a todos los apagas, Altair, con tu brillo,
temblor irresistible, capaz de derramarse,
bañando los ansiosos labios del universo.



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